Conceptos de AT

EL ANÁLISIS TRANSACCIONAL

Por Jesús Cuadra Pérez

2. Algunos conceptos básicos

El Análisis Transaccional proporciona…

  • … Un modelo para comprender la estructura y la dinámica de la personalidad, es el análisis estructural.
  • Un modelo para analizar las relaciones sociales y la comunicación, es el análisis transaccional propiamente dicho.
  • Un modelo para explicar las motivaciones del comportamiento, en especial el comportamiento social, son las hambres básicas y, concretamente, el intercambio de las caricias.
  • Un modelo para analizar las distorsiones de la percepción de la realidad, incluida la propia identidad y las conductas asociadas, es el guion de vida y las posiciones existenciales.
  • Un modelo para entender las estratagemas emocionales y relacionales que perpetúan esta manera distorsionada de percibir y relacionarse con los otros y con la realidad, son los rackets y los juegos psicológicos.
  • Y, por supuesto, un modelo de abordar el tratamiento dentro de estas perspectivas orientado a conseguir el control social de la conducta sintomática y a alcanzar la autonomía.

2.1. Análisis Estructural

El modelo que Eric Berne elaboró a partir de las observaciones clínicas, en especial en los grupos de terapia, para comprender la estructura y la dinámica de la personalidad, es el modelo de los Estados del Yo. Un Estado del Yo es “un sistema de emociones y pensamientos acompañado de un conjunto afín de patrones de conducta” (Berne, 1964, 1987).
Berne observó que los diferentes estados del yo que usamos las personas pueden clasificarse en tres grandes grupos que tienen algo en común y que los distingue entre sí. Los tres grupos de estados del yo los denominó Padre, Adulto y Niño (cuando se refieren a estados del yo, Padre, Adulto y Niño se escriben con mayúsculas), y se les representa mediante un diagrama como el de la Figura nº 1.

Los estados del yo se consideran manifestaciones fenomenológicas de tres partes distintas de la estructura de nuestro Aparato Psíquico. Estas partes son lo que Berne llamaba Órganos Psíquicos, y suponía que son tres: La Extereopsique, la Neopsique y la Arqueopsique (Berne, 1961, 1976). Se manifiestan, tanto internamente (pensamientos y sentimientos) como externamente (lo que hablamos y lo que hacemos), de manera distinta.

2.1.1. Los estados del yo Padre

Berne definió el estado del yo Padre como

“una serie de sentimientos, actitudes y pautas de conducta que se asemejan a los de una figura parental” (Berne, 1964, 1987).

Son las manifestaciones fenomenológicas de la Extereopsique. Es lo que hemos introyectado de las figuras parentales y, a través de ellas, de la cultura, de las tradiciones, de las normas, de los valores, de la concepción del mundo y de la vida tomada del medio social en el que hemos crecido.
La Extereopsique puede manifestarse como un estado del yo Padre activo, o también como una influencia interna (Parental) sobre la Arqueopsique, de manera que cuando se analiza un estado del yo Padre debe aclararse si se trata del estado Padre activo del yo o la influencia Parental.
El Padre activo o influyente se adopta típicamente en una de dos formas:

  • 1. El Padre Controlador (Berne le llama prejuicioso). Se manifiesta, externa o internamente, por una serie de actitudes o parámetros generalmente de naturaleza prohibitiva o normativa, aparentemente arbitrarios e irracionales (porque sí, porque es así), que pueden ser sintónicos o distónicos en relación con la cultura local. Si son culturalmente sintónicas tienden a ser aceptadas, sin el escepticismo adecuado, como racionales o, al menos, justificables.
  • 2. El Padre Nutricio (Berne le llama educador). Se manifiesta a menudo como una lástima o conmiseración, que también puede ser sintónica o distónica con relación a la cultura local.

La función “saludable” de la Exteropsique y, por lo tanto, del Padre es estructurar adecuadamente los impulsos motivadores de la Arqueopsique y, por lo tanto, del Niño, ahorrar energía y disminuir la ansiedad por medio de ciertas decisiones “automáticas” y relativamente indiscutibles, en especial cuando estas son sintónicas con la cultura local del individuo.

2.1.2. Los estados del yo Niño

Berne definió los estados del yo Niño como

“una serie de sentimientos, actitudes y pautas de conducta que son reliquias de la propia infancia del individuo” (Berne, 1961, 1976).

La Arqueopsique se manifiesta como estados del yo Niño, pero siempre está bajo la influencia de la Extereopsique. De modo que la influencia Parental es la que determina si el Niño Adaptado o el Niño Natural está en activo en un momento dado.

  • 1. El Niño Adaptado. Es un estado arcaico del yo que se encuentra bajo la influencia Parental. Se manifiesta por medio de un comportamiento que está congruentemente bajo la influencia o dominación de dicha influencia Parental, o sea, una conducta de aceptación, obediencia u ocultamiento (y también de rebeldía).
  • 2. El Niño Natural. Es un estado arcaico del yo que está libre (o, según Berne, trata de liberarse) de la influencia Parental (en todo caso está bajo la Protección y con el Permiso de dicha influencia). Se manifiesta con formas de conducta como la espontaneidad (Berne pone aquí la rebeldía) o la satisfacción de los propios sentidos. Se diferencia del Adulto autónomo por la ascendencia en el Niño de los procesos mentales arcaicos (primarios) y por la clase diferente de probatura de realidad.

La función apropiada de la Arqueopsique, y por tanto del Niño “saludable”, es motivar en la Neopsique, y por tanto en el Adulto, el procesamiento de datos y la programación de probabilidades a fin de obtener la mayor cantidad posible de satisfacción para sí mismo.

2.1.3. El estado del yo Adulto

Berne definió el estado del yo Adulto como

“caracterizado por una serie autónoma de sentimientos, actitudes y pautas de conducta adaptadas a la realidad actual” (Berne, 1961, 1976).

Es la manifestación fenomenológica de la Neopsique.
La función de la Neopsique es la adaptación de la persona con objetividad y de manera actualizada a la realidad, usando todos sus recursos adquiridos por la experiencia integrada, teniendo en cuenta las circunstancias de la situación, las necesidades y sentires propios y ajenos y la ética propia.

2.1.4. Diagnóstico de los estados del yo

El diagnóstico de los estados del yo, dice Berne, es una cuestión de agudeza visual y auditiva, de perspicacia y de una especial sensibilidad intuitiva. La hipótesis es que en cada momento es uno de los tres órganos psíquicos el que está al control y, por tanto, que las manifestaciones fenomenológicas son discretas, es decir, se manifiestan una a una aunque cambien de momento a momento.
Hay cuatro métodos de diagnóstico de un estado del yo que son complementarios y nos permiten precisar el diagnóstico:

    • 1. Diagnóstico comportamental. Se basa en la observación y clasificación de los comportamientos observados en una persona dada en base a la experiencia clínica y relacional con esa persona: hay portes, gestos, ademanes, voces, vocabulario y otras características conductuales distintas para cada estado del yo de una persona dada.
    • 2. Diagnóstico social u operacional. Se basa en la respuesta transaccional que la manifestación de un determinado estado del yo estimula en las otras personas en la situación. El diagnóstico del estado del yo Padre queda corroborado si se observa al paciente respondiendo con patrones parentales en respuesta a la conducta infantil por parte de otras personas del grupo o del entorno en una situación dada. El diagnóstico del estado del yo Niño queda corroborado si su manifestación da como respuesta que alguien del entorno se comporte paternalmente con la persona.
    • 3. Diagnóstico histórico. Se basa en los recuerdos de la historia del paciente. En el estado del yo Padre, el diagnóstico se corrobora aún más si la persona puede afirmar con exactitud de qué figura parental es copia su conducta en un momento dado. En el caso del estado del yo Niño, si el diagnóstico es correcto será posible encontrar históricamente recuerdos de sentires y conductas similares del paciente en la primera infancia.
    • 4. Diagnóstico fenomenológico. La decisiva reafirmación de un diagnóstico ocurre sólo si el individuo puede re-experimentar fenomenológicamente, en plena intensidad y con poco deterioro, el momento o la época en que asimiló el estado del yo Parental que ahora manifiesta, o todo el estado del yo arcaico (Niño) redespertado.

2.1.5. Diálogos internos

A la hora de enfrentar una determinada situación, los estímulos de la misma llegan a los tres órganos psíquicos y se activan los estados del yo Padre, Adulto y Niño frente a la situación; son los recursos internos de que dispone la persona para responder o reaccionar y darle salida a la situación.

1. El Niño Interno. Se experimenta como nuestra caja de resonancia en la situación, es el lugar de nuestros impulsos, de nuestras sensaciones, de nuestra espontaneidad; pero también de la timidez, del miedo al otro, de la sumisión o de la rebeldía, de la habilidad y de la astucia… El Niño Interno en la situación lo experimentamos como vivencias del tipo:
— “Lo que necesito es…”
— “Lo que me apetece hacer es…”

2. El Padre Interno (Influyente). Se experimenta frente a la situación como una voz dentro de la cabeza que nos dice:
— “Lo que tienes que hacer es…”
— “Lo que debes hacer es…”
— “¡Que malo / bueno eres!”
— “Ellos son buenos / malos – mejores / peores que tú…”
El Padre hace lo que podríamos llamar comentarios editoriales internos sobre todo lo que la persona comprende, hace, piensa o siente en cada situación. También puede manifestarse interiormente de otra manera. Puede ser cariñoso, benévolo, nutritivo, como un verdadero padre. Entonces puede experimentarse como una voz o actitud interna que nos dice cosas como:
— “Eres fenomenal”
— “No te preocupes, no estás sola” o “¡Pobre chico!”
También puede experimentarse como una provocación interna con frases como:
— «A que no te atreves a ….»
— «¿Vas a ser tan tonto como para que…?

3. El Adulto Interno. Se experimenta como una potencialidad orientada a captar la situación y tratar la realidad externa e interna de una forma objetiva (como “objetos”), como datos, como informaciones, sin prejuicios y sin deformaciones ilusorias (con probatura de la realidad). Se experimenta como la voz de la razón, y en la situación se vivencia como ideas autónomas del tipo:
— “Lo que conviene hacer es…”
— “Lo que quiero hacer es…”

Los tres órganos psíquicos se influyen mutuamente (Figura nº 2). A veces tenemos conciencia de ello (conciencia Adulta) y percibimos esa influencia como un auténtico diálogo interno entre diferentes partes de uno mismo. Otras veces el diálogo es inconsciente (sin conciencia Adulta), especialmente cuando es entre la Arqueopsique (Niño) y la Extereopsique (Padre), pero el resultado o el efecto de ese diálogo puede evidenciarse en forma de pensamientos, sentimientos, sensaciones, estados de ánimo o conductas a veces poco conscientes o incontroladas, hasta que el diálogo interno es aclarado y el Adulto puede ganar control sobre él.

En determinados momentos y situaciones, entre los estados del yo puede haber armonía, cooperación y, como consecuencia, coherencia y notable fuerza. En otras ocasiones, por el contrario, puede haber conflicto, oposición y disarmonía, en cuyo caso habrá diferentes grados de consistencia y de coherencia interna o exterior.

2.1.6. El poder ejecutivo

Uno de los resultados de la estimulación de los tres estados del yo, ante cualquier situación, y de ese diálogo interno, es que, en cada ocasión, uno de los tres estados del yo va a llevar el control del comportamiento de la persona. Él es el que tiene el control (poder) ejecutivo de la personalidad en ese momento. Los otros estados del yo pueden estar conformes o no con la forma en que el que tiene el poder ejecutivo está llevando la situación. Si no lo están, con posterioridad habrá algún tipo de secuela emocional interna como culpabilidad, vergüenza, resentimiento, apatía, ansiedad, estados depresivos o de agitación, etc.
Si el poder ejecutivo lo tiene el Adulto, la situación será percibida y manejada de forma más objetiva, teniendo mejor en cuenta las necesidades, deseos, intuiciones y sentimientos del Niño, y respetando de la mejor manera posible las normas y criterios del Padre. De esta manera las secuelas se minimizan o son más positivas. El comportamiento es más autónomo, pertinente y adecuado a la situación aquí y ahora.
Si el poder ejecutivo lo tiene el Padre, la percepción de la situación será distorsionada para que encaje en el Marco de Referencia adoptado de otros; el comportamiento será automático en vez de autónomo y las conductas estereotipadas y tradicionales, con poca flexibilidad.
Si el poder ejecutivo lo tiene el Niño, la percepción de la situación será distorsionada para que encaje en el Marco de Referencia condicionado o ideado en la infancia para explicarse las situaciones que se asocian con la presente; el comportamiento será más automático o impulsivo, más que espontáneo. Puede ser descontrolado y, en relación con los otros, dependiente, contra-dependiente, co-dependiente o independiente-aislado.
El objetivo del tratamiento con Análisis Transaccional en un principio es conseguir lo que Berne denominaba el control social del comportamiento sintomático, impulsivo o estereotipado; es decir, conseguir que la mayor parte del tiempo sea el Adulto el que tenga el poder ejecutivo.

2.1.7. El adulto integrado

Este uso de los tres estados del yo de manera flexible, armónica, adecuadamente adaptada a las situaciones de la vida, con el poder ejecutivo en el Adulto, es una forma óptima de funcionar que a veces se denomina el Adulto Integrado.
Una persona, cuando funciona como Adulto Integrado, se comporta de manera que tiene en cuenta y cuida adecuadamente sus necesidades y deseos, sus emociones, sentimientos e ilusiones. Tiene en cuenta de manera realista los datos y circunstancias de las situaciones, los efectos y consecuencias de sus decisiones y de sus actos, y el impacto que tendrán estos en su entorno y las personas de él. Se dirige a alcanzar sus propios objetivos y tiene en cuenta sus propios criterios y valores, y su ética, y respeta los de los demás.

2.2. El Análisis Transaccional

El análisis estructural permite un análisis muy sofisticado de lo que está pasando entre dos o más personas cuando éstas están en interacción social, o de lo que está pasando en el proceso interno de una persona entre sus tres estados del yo. Es decir, permite el análisis de las transacciones sociales y de las transacciones internas.

Transacción significa intercambio. La transacción es la unidad de interacción social. Se define como el intercambio de un estímulo y una respuesta entre estados del yo específicos. Cualquier transacción tiene dos partes: el estímulo y la respuesta al estímulo, que a su vez se convierte en nuevo estímulo para la otra persona, y así sucesivamente. Las transacciones individuales usualmente son parte de una serie mayor en un proceso de comunicación circular más que lineal.

El análisis transaccional propiamente dicho es el análisis de las transacciones que se entablan entre las personas cuando están en interacción social. Presupone el análisis estructural, y por tanto el diagnóstico preciso del estado del yo de cada una de las personas implicadas en la relación con los cuatro aspectos básicos del diagnóstico (comportamental, social, fenomenológico e histórico). A su vez, el análisis transaccional facilita el diagnóstico de los estados del yo implicados, especialmente el diagnóstico social. En la práctica, análisis estructural y transaccional son dos instrumentos complementarios de diagnóstico y dos herramientas básicas del tratamiento orientado a la reestructuración de la personalidad y de las relaciones sociales.

Toda comunicación es una sucesión de transacciones, un intercambio tras otro. Las interacciones de las personas están compuestas de transacciones. Estos intercambios pueden ser: A-A, A-N, A-P, P-P, P-A, P-N, N-P, N-A, N-N.

2.2.1. Transacciones complementarias

Las Figuras nº 3 y nº 4 muestran ejemplos de transacciones sencillas. Las flechas indican el estado del yo que emite el estímulo y el estado del yo al que se dirige, así como los estados del yo origen y destino de las respuestas.

Las transacciones más sencillas son complementarias: son aquellas en las que la respuesta regresa del estado del yo que recibió el estímulo al que lo emitió; es decir, la respuesta es la esperada, sigue el orden natural de las relaciones humanas. Una transacción complementaria involucra un estado del yo en cada persona. Las transacciones tienden a producirse en cadena, de modo que cada reacción es a su vez un estímulo que puede tener o no una respuesta.

La Primera regla de la comunicación, según Berne, es que

“la comunicación seguirá llevándose a cabo sin tropiezos mientras las transacciones sean complementarias”;

es decir, que la comunicación puede seguir, en principio, indefinidamente.

2.2.2. Transacciones cruzadas

La Segunda regla de la comunicación es la inversa de la anterior, y dice:

“la comunicación queda rota cuando ocurre una transacción cruzada”.

Una transacción es cruzada cuando la respuesta no vuelve del estado del yo que recibió el estímulo al que lo emitió.

Berne decía que la transacción cruzada más común es la representada en la Figura nº 5. Clínicamente es la clásica reacción de transferencia, y decía que es la que causa, y siempre ha causado, las mayores dificultades sociales en el mundo, en la familia, en el amor, en la amistad o en el trabajo.

Otro tipo frecuente de transacción cruzada es la de la Figura nº 6, que representa un intercambio entre un esposo y su esposa. Él dice (A-A): “¿Sabes dónde están mis gafas?”; ella responde (P-N): “¿Por qué no las guardas en su sitio? Ya no eres un niño”. Es la clásica reacción de contratransferencia.

2.2.3. Transacciones ulteriores. Tercera regla de la comunicación

En las transacciones ulteriores están involucrados más de dos estados del yo simultáneamente. Este tipo de transacciones son la base de las estratagemas relacionales que Berne llamó juegos psicológicos.
En una transacción ulterior se envía más de un mensaje a la vez. Uno de ellos es abierto y generalmente verbal: es el nivel social del mensaje. El otro es oculto, generalmente no verbal: es el nivel psicológico del mensaje. Muchas veces el nivel social de la transacción tiene un contenido Adulto-Adulto, mientras que el nivel psicológico de los mensajes son Padre-Niño o Niño-Padre; en el ejemplo anterior, Adulto-Niño.
Veamos otro ejemplo:
— Marido: “¿Qué has hecho con mis calcetines?”
— Esposa: “Los he puesto en tu cajón”
Aparentemente ésta es una transacción complementaria Adulto-Adulto, y de hecho así lo es a un nivel social, pero veamos ahora la misma transacción con sonidos y con gestos:
— Marido (duramente, tono de voz cayendo al final de la frase; músculos faciales tensos, juntando las cejas ): “¿Qué has hecho con mis calcetines?”
— Esposa (voz temblorosa, tono alto; hombros levantados, cabeza caída hacia adelante, mirando desde abajo, levantando las cejas): “Los he puesto en tu cajón”
El nivel psicológico es Padre-Niño, Niño-Padre. Si pusiéramos palabras a los mensajes psicológicos enviados a este nivel, podríamos decir:
— Marido: “¡Estás siempre desordenando mis cosas!”
— Esposa: “¡Siempre estás criticándome injustamente!”
El diagrama transaccional se muestra en la figura nº 7.

Este tipo de transacción se denomina transacción dúplex. Tercera regla de la comunicación:

“Lo que ocurre después de una transacción ulterior está determinado por el nivel psicológico y no por el nivel social”.

Si deseamos comprender el comportamiento debemos prestar atención al nivel psicológico de la comunicación.

2.3. Las hambres psicológicas básicas

La motivación básica del comportamiento humano es la satisfacción de las necesidades humanas y, en el comportamiento social, sobre todo de las necesidades psico-sociales, que Berne llamó hambres psicológicas básicas. Entablamos transacciones con los otros para satisfacer estas hambres psicológicas básicas. Berne habló de tres hambres psicológicas básicas, el hambre de estímulos, el hambre de reconocimiento y el hambre de estructura, a las que añadió posteriormente el hambre de sexo, de incidentes y de posición.
El hambre de estímulos es previa en el tiempo y en importancia a las otras, tiene relación con lo biológico y los estímulos neuronales. Los estímulos físicos de todo tipo, visuales, auditivos, cinestésicos y, sobre todo, táctiles, son una necesidad para el buen funcionamiento arqueopsíquico (Niño) y neopsíquico (Adulto).
También asociado con este hambre de estímulos podemos valorar el hambre de incidentes. De hecho los incidentes son situaciones que alteran el estado del medio, y toda alteración del medio resulta en un estímulo para la persona. La ausencia de estímulos y de incidentes provoca el aburrimiento, que para la mayoría resulta insoportable.
En orden de importancia y de urgencia, quizá la más importante de todas las hambres es el hambre de reconocimiento. Berne decía que es la sublimación del hambre de estímulos. Necesitamos reconocimiento por existir, por lo que hacemos y por lo que somos, necesitamos ser amados, ser apreciados y respetados. Esta necesidad de reconocimiento se satisface con las caricias y las expresiones de amor.

2.3.1. Las caricias

Una caricia se define como una unidad de reconocimiento y estimulación. Cualquier comportamiento que supone para el que lo recibe un estímulo o un reconocimiento, una valoración o una expresión emocional, es una caricia.
Para entender el lenguaje de la comunicación, desde el punto de vista transaccional, es necesario entender el lenguaje de las caricias. Toda caricia lleva implícito un mensaje valioso: “Yo me doy cuenta de que tú estás ahí”. Éste es el valor estimulativo y de reconocimiento de toda caricia y de toda comunicación interpersonal.
Las caricias son esenciales para la vida de una persona. Sin ellas, dice metafóricamente Berne, la “médula espinal se encogerá”. Se ha comprobado que un niño muy pequeño necesita caricias físicas reales para mantenerse vivo y sano. Los adultos pueden sobrevivir con menos caricias físicas conforme aprenden a intercambiar caricias verbales o simbólicas.
Las caricias pueden ser positivas, como alabanzas y expresiones de aprecio, y negativas, como los juicios negativos o las devaluaciones. Pueden ser incondicionales, cuando se dan y reciben por el mero hecho de existir y por lo que se es, y condicionadas, cuando se dan y reciben por lo que hacemos.
Dado su valor trófico, para la satisfacción de las hambres de estímulo y de reconocimiento, la regla básica que funciona en las relaciones interpersonales es: ¡vale más una caricia cualquiera que ninguna! Es decir, una caricia tiene valor aunque sea negativa. Esto explica muchos comportamientos transaccionales complejos.

2.3.2. Hambre de estructura

El hambre de estructura empieza a ser importante en cuanto se desarrolla de forma operativa el Adulto. Es decir, cuando el niño empieza a dar sentido a su experiencia en contacto con el mundo que le rodea y en sus relaciones transaccionales con las personas que le rodean. El hambre de estructura lo planteaba Berne como la necesidad de estructurar el tiempo con el fin de obtener la máxima cantidad de ganancias internas y externas. En este sentido, el hambre de estructura podríamos decir que tiene al menos dos dimensiones principales: estructura externa y estructura interna.
La estructura externa tiene dos aspectos: el temporal y espacial. La estructura externa espacial tiene relación con la necesidad de orientarse en el espacio, de responderse a las preguntas ¿Dónde estoy? ¿Cómo se puede uno mover aquí?, y con la necesidad de explorar el mundo y de establecer relaciones espaciales.
La estructura externa temporal tiene relación con la necesidad de darle sentido a la existencia y responder a las preguntas básicas sobre el tiempo en soledad o en relación: ¿Qué hago en este lugar con estas personas? ¿Qué hacer después de decir “!Hola!”? La estructura temporal se satisface con la programación del tiempo.
La necesidad de estructura interna tiene relación con la identidad, con la necesidad de responderse a las preguntas existenciales básicas sobre sí mismo y los otros: ¿Quién soy yo? ¿Cuáles son mis límites? ¿Cuáles son mis potencialidades? ¿Quiénes son los otros para mí? Las respuestas a estas preguntas en la interacción transaccional con el entorno, en especial con los padres y las demás figuras de autoridad, contribuyen a construir la identidad. En el mejor de los casos, si las necesidades básicas de aceptación, amor, estimulación y reconocimiento se satisfacen adecuadamente, se desarrolla la identidad realista positiva característica del individuo autónomo.
En las áreas en las que el parentamiento no ha sido tan satisfactorio, la adaptación a esas circunstancias y a los mensajes recibidos y percibidos da como resultado una serie de decisiones autolimitadoras que constituyen nuestro guion de vida con diversos niveles de identidad que veremos más adelante.

2.3.3. Programación del tiempo

Berne dice que hay tres tipos de fuentes de programación del tiempo: material, social e interna o individual. Cada una de ellas dará como resultado distintas formas de estructurar nuestro tiempo en relación social con los otros y las formas de intercambio de caricias, es decir, las transacciones.
La programación material estructura las transacciones de manera que el intercambio de caricias se orienta a manejar la realidad para transformarla con acuerdo a un objetivo o proyecto común acordado o establecido en función de la posición social que cada persona ocupa. En términos prácticos, este modo de estructurar el tiempo lo llamaba Berne actividades.
La programación social estructura las transacciones para que de una manera estilizada y estable se produzca el intercambio de caricias orientado al reconocimiento mutuo de manera regular en los encuentros, las despedidas y en los momentos señalados de las personas. Este modo de estructurar el tiempo lo llamó Berne rituales o ceremoniales.
Hay otro aspecto de la programación social, establecido en cada cultura de manera apropiada y diferente, que estructura las transacciones de manera que el intercambio de caricias se oriente al conocimiento mutuo y a la selección social, de modo que podamos encontrar personas afines y potencialmente propicias para transacciones más comprometidas personalmente en cuanto a la intensidad emocional de las caricias. Este modo de estructurar el tiempo lo llamaba Berne pasatiempos.
La programación individual estructura las transacciones de dos formas. Una en la que las transacciones discurren de modo natural, no programadas socialmente ni materialmente, de forma que el intercambio de caricias se orienta a satisfacer la necesidad de encuentro genuino y directo entre las personas. Es lo que Berne llamaba intimidad.
Para que esto sea posible es necesario que las personas estén en contacto con su identidad personal realista positiva, de modo que tengan Permiso para ser conscientes, espontáneos, auténticos, aceptando los límites propios, ajenos y de la realidad, es decir, autónomos.
Cuando las personas están en contacto con sus identidades de guion, basadas en decisiones tempranas autolimitadoras, su programación individual tenderá a estructurar las transacciones de modo que las caricias que se intercambian procuren confirmar esos aspectos de las identidades de guion.
Esta forma de estructurar el tiempo toma la forma de relaciones simbióticas de extorsión de caricias, y por tanto no auténticas. Cuando estas relaciones simbióticas de extorsión fracasan, desembocan en lo que Berne llama juegos psicológicos.
En resumen, existen seis formas básicas de estructurar el tiempo; una en aislamiento social, y cinco formas transaccionales: los rituales o ceremoniales, los pasatiempos, las actividades, los juegos psicológicos y la intimidad.

2.4. Posiciones existenciales o básicas

Como hemos visto antes, desde el mismo momento de nuestra existencia todos realizamos un proceso de adaptación con el fin de asegurarnos la satisfacción de nuestras necesidades básicas tanto físicas como psicológicas, en especial las necesidades de estimulación, de reconocimiento y de estructura.
Este proceso de adaptación consiste fundamentalmente en una serie de decisiones sobre nosotros mismos, sobre los otros y sobre la vida, en respuesta a los mensajes recibidos del entorno humano en el que nos desarrollamos y a las condiciones de nuestra existencia primera. Estas decisiones adoptan la forma de creencias básicas cargadas de sentimientos asociados; son lo que denominamos posiciones existenciales o posiciones básicas (Berne, 1971, 1974). Aunque las olvidamos conscientemente, después tienen una fuerte influencia en nuestro comportamiento, especialmente en nuestras relaciones con los demás, en las transacciones que entablamos y en el resultado de dichas transacciones.

2.4.1. La creencia básica de partida: ‘Yo soy OK  – Tú eres OK’ (+/+)

En el proceso de desarrollo, el niño tiene necesidades y deseos o siente emociones de una manera natural y así las expresa activamente. Si estas necesidades y deseos se ven satisfechos, o la expresión de sus emociones y sentimientos reciben la atención, el apoyo o la aceptación del entorno social, el niño decide adoptar una creencia básica sobre sí mismo y sobre los demás que de manera general podemos enunciar como ‘Yo soy OK – Tú eres OK’.
Esta es una actitud básica de tipo comparativo sobre la valía y la dignidad personal y de los otros, es decir, de las personas. No es una valoración sobre su estado de ánimo en ese momento; es más bien una creencia apoyada en una decisión personal profunda, que se convierte así en una actitud de relación, en una forma básica de encarar las relaciones, de percibirse a sí mismo y al otro en cada una de las situaciones relacionales y, por tanto, en cada transacción. ‘Yo soy OK – Tú eres OK’, es una actitud que supone que yo soy valioso, digno como persona, y tú también lo eres. Esto es así independientemente del estado de ánimo mío o tuyo, de tu manera de pensar y de la mía, de lo que hagas y de lo que haga.
Esta actitud, que Berne llamó saludable o transparente para la relación interpersonal, tiene pues sus raíces en decisiones tempranas tomadas en la infancia en nuestras primeras relaciones. Después, a lo largo de la vida, en cada encuentro, en cada ocasión relacional, podemos reforzar o no esta decisión.
Cuando en una situación relacional consigo satisfacer mis necesidades y deseos y mantengo el contacto relacional que me permite comprobar que el otro o los otros también satisfacen las suyas, el final de esta situación tiene el valor de un refuerzo de la posición básica ‘Yo soy OK – Tú eres OK’.
Por otra parte, puedo pensar nuevas estrategias de cómo conducir una situación relacional para conseguir que al final se refuerce en mí esa posición u otra cualquiera. Aunque aparentemente esto parezca poco espontáneo, a la larga es un buen procedimiento Adulto de mejorar tanto el estado satisfactorio de uno mismo como la relación con el otro.

2.4.2. Creencias comparativas relacionales de guión

Sólo la posición psicológica básica de ‘Yo soy OK – Tú eres OK’ hace posible unas relaciones auténticas entre las personas. En aquellas en las que las necesidades y deseos naturales no se ven satisfechos, o la expresión de sus emociones y sentimientos no reciben la atención, el apoyo o la aceptación del entorno social, el niño decide ensayar nuevas formas de expresión y de comportamiento que le proporcionen la atención que requiere y las caricias que necesita para sobrevivir. En este proceso el niño además adopta decisiones relativas a sí mismo y a los otros distintas de las de ‘Yo soy OK – Tú eres OK’.
Estas posiciones de vida adaptativas para la supervivencia, se convierten así en una manera de percibirse a sí mismos y a los otros en la relación, que autolimita su realización como persona pero al menos le permiten sobrevivir y conseguir, aunque sea de manera manipulativa, la atención que necesita. Posteriormente repetirá episodios de comportamiento sobre la base de estas creencias que darán como resultados confirmaciones sucesivas de las mismas.
Estas creencias comparativas son básicamente:

  • 1. ‘Yo no soy OK – Tú eres OK’ (-/+). Posición introyectiva con adaptaciones de la personalidad (Vann Joines, 1987) obsesivo-compulsivas o histéricas.
  • 2. ‘Yo soy OK – Tú no eres OK’ (+/-). Posición proyectiva con adaptaciones de la personalidad paranoides o psicopáticas o sociopáticas.
  • 3. ‘Yo no soy OK – Tú no eres OK’ (-/-). Posición nihilista con adaptaciones de la personalidad esquizoides o pasivo-agresivas.

A estas posiciones existenciales básicas Taibi Kahler (1978) añade otras dos de tipo condicional. Los condicionales de estas otras posiciones son muy variados, pero un análisis minucioso de los mismos permite agruparlos en cinco categorías: complacer, ser perfecto, darse prisa, ser fuerte y esforzarse.
Esto da como resultado las siguientes posiciones de vida condicionales:

  • 4. ‘Yo soy OK – Tú serás OK si… complaces, eres perfecto, te das prisa, eres fuerte o te esfuerzas’. (+/+ si…)
  • 5. ‘Tú eres OK – Yo seré OK si… complazco, soy perfecto, me doy prisa, soy fuerte o me esfuerzo’. (+ si…/+)

Todas estas posiciones distintas de la posición existencial saludable tienen una influencia grande en el desarrollo de relaciones que, más que de auténtica comunicación, son relaciones simbióticas manipulativas y favorecen posiciones desde las que se establecen los conflictos de relación y los juegos psicológicos.

2.5. El guion de vida y la identidad

Las posiciones existenciales, así como los otros aspectos de la identidad, forman parte de nuestro guion de vida y son fruto de decisiones tempranas que adoptamos en respuesta a los mensajes recibidos y percibidos del entorno en relación con nuestra conducta natural.
Carlo Moiso plantea que todos tenemos varios niveles de identidad:

  • la identidad potencial (el Príncipe o la Princesa) es la primitiva identidad con la que todos nacemos.

Berne decía que “todos nacemos Príncipes y Princesas” para hacer referencia a esta identidad potencial inicial. Como decíamos antes, en el mejor de los casos, si las necesidades básicas de aceptación, amor, estimulación y reconocimiento se satisfacen adecuadamente, esta identidad básica está llamada a desarrollarse en la identidad realista positiva característica del individuo autónomo. Se manifiesta en todas aquellas áreas de la vida en las que el individuo ha conseguido interiorizar de su entorno, es decir de los padres y demás figuras parentales, mensajes con el Permiso o los Permisos apropiados para su autorrealización positiva y realista. Esto incluye integrar tanto sus potencialidades como sus límites. El resultado es un conjunto de decisiones auto potenciadoras de su identidad realista positiva que incluye una posición existencial de ‘Yo soy OK – Tú eres OK’.

En las áreas de la vida en las que la persona no ha recibido o no ha interiorizado los Permisos apropiados, el individuo interioriza una serie de mensajes apremiantes y/o limitadores que contribuirán a elaborar su guión de vida; son los contramandatos y los mandatos (Steiner, 1966).

El guion de vida es un plan preconsciente de vida decidido tempranamente en la infancia, bajo la influencia de los padres (y de otras figuras del entorno), reforzado posteriormente por determinadas experiencias significativas y que conduce a un final previsto incluido en esas decisiones tempranas (Berne, 1971, 1974).

Las decisiones tempranas adoptadas en relación con el guion de vida son autolimitadoras de la autonomía de la persona, y limitan el campo de las opciones para resolver los problemas de adaptación realista positiva e incluyen algunas de las otras posiciones existenciales.

  • Los contramandatos o mensajes apremiantes contribuirán a integrar una identidad social pseudo positiva (la Máscara)

en todas aquellas áreas de la vida en las que ha habido un parentamiento social condicionado. En aquellas áreas de la vida en las que haya habido un parentamiento social condicionado, el niño puede haber inventado, ideado o fantaseado alguna respuesta a su necesidad de identidad integrando

  • una identidad fantástica (el Héroe o la Heroína).

La posición existencial asociada con la Máscara y el Héroe, es alguna de las que hemos llamado condicionadas. Tanto la Máscara como el Héroe contribuyen a mantener oculto, y a veces inconsciente,

  • la identidad psicológica negativa o de guion (el Sapo o la Rana que decía Berne)

que fue real para el niño en algún momento en aquellas áreas de la vida en las que recibió o percibió un mensaje limitador, es decir, un Mandato.
Los contramandatos son muy variados; son mensajes verbales o modelados por los padres y toman la forma de normas y prescripciones acerca de cómo hay que comportarse en la vida para ser aceptado socialmente en el entorno familiar y social.

Los mandatos son mensajes más emocionales y no verbales que verbales. Se envían y se reciben en momentos de estrés y afectan a áreas específicas de la identidad y el comportamiento natural de la persona. Los Robert y Mary Goulding (1976), a partir de la experiencia clínica, identificaron al menos doce mandatos específicos:

  1. – “No seas” o “No existas”.
  2. – “No seas tú”, que puede tomar la forma de “No seas del sexo que eres”.
  3. – “No seas un niño”, y asociado “No disfrutes”.
  4. – “No crezcas”, que puede ser también “No seas sexual” o “No me abandones”.
  5. – “No pienses”, a veces referido a algo concreto y otras veces “No pienses como tú piensas, piensa esto otro o piensa como yo”.
  6. – “No lo hagas”, que toma a veces la forma de “No triunfes”.
  7. – “No”, que es vivido a veces como “No decidas”.
  8. – “No seas importante”, en general o en áreas específicas.
  9. – “No pertenezcas”.
  10. – “No te acerques”, que puede ser “No confíes” o “No ames”.
  11. – “No sientas”, que puede referirse a algo concreto o tomar la forma de “No sientas lo que sientes, siente lo que yo siento”.
  12. – “No estés bien” o “No seas sano”.

Todos hemos recibido una cierta variedad de ellos e incluso hemos imaginado recibirlos, y respecto de cada uno de ellos nosotros tomamos decisiones de forma arqueopsíquica más que neopsíquica. Son estas decisiones tempranas, dependientes, contradependientes o independientes frente a esos mensajes lo que determina el tipo de autolimitación de vida concreta que adoptamos dentro de la identidad de guion.
En este nivel de identidad, las posiciones asociadas son: la posición introyectiva (-/+) en los aspectos en los que se sigue el mandato de manera dependiente; la posición proyectiva (+/-) en los aspectos contradependientes frente al mandato; y la posición nihilista (-/-) en los aspectos de independencia frente al mandato, pero bajo su influencia.

En resumen, el desarrollo de nuestra identidad es el resultado de la forma en que hemos estructurado nuestra personalidad. La identidad realista positiva es neopsíquica, fruto de la experiencia autónoma y de la integración neopsíquica de los aspectos arqueopsíquicos y extereopsíquicos. Los demás niveles de identidad son arqueopsíquicos con influencias extereopsíquicas.

La terapia de redecisión, ideada por los Goulding, va orientada a crear el ambiente y la relación terapéutica que permita adoptar nuevas decisiones a nivel arqueopsíquico e integrar esas vivencias a nivel neopsíquico, de forma que no interfieran en la adaptación saludable a la realidad y transformen los aspectos de la identidad de guion en aspectos de la identidad positiva realista.

2.6. Los rackets y los juegos psicológicos

Una vez decidido nuestro guion de vida, cuando estamos en contacto con nuestros niveles de identidad relacionados con el guion de vida, distorsionamos la percepción de las situaciones de la vida de forma que encajen en nuestras creencias de guion; seleccionamos las personas con quien relacionarnos de modo que nos permitan entablar transacciones motivadas por esas creencias; experimentamos sentimientos y sensaciones somáticas familiares pero no conectadas directamente con la realidad “aquí y ahora”, que por tanto no motivan una acción efectiva para la resolución de las situaciones de forma satisfactoria. La consecuencia es que se refuerzan todavía más esos niveles de identidad.

2.6.1. Distorsión de la percepción

Los procesos de distorsión de la percepción de las situaciones de la vida se explican estructuralmente como contaminaciones o interferencias en el procesamiento neopsíquico (Adulto) de la realidad por la Arqueopsique (Niño) o por la Extereopsique (Padre), o como distorsiones cognitivas y afectivas frutos de esas contaminaciones.
Todos elaboramos un Marco de Referencia (Schiff et al., 1975) a través del cual filtramos los estímulos que percibimos de la realidad para que encajen en nuestras creencias de guion y a través del cual autorregulamos nuestra conducta de manera que se mantenga estable este sistema de creencias que es el Marco de Referencia.
El mecanismo psicológico interno que utilizamos para perpetuar este Marco de Referencia basado en el guion es el descuento. La consecuencia es una autolimitación en las opciones a la hora de resolver los problemas y una serie de conductas pasivas a la hora de enfrentarlos, que van desde ‘no hacer nada’ hasta otras formas más sutiles de pasividad dentro del guion como son: ‘sobreadaptarse’ a los otros, a sus supuestas necesidades o a normas que no resultan efectivas para resolver los problemas; ‘agitarse’ intentando actuar sin un objetivo dirigido a la resolución de los problemas; ‘incapacitarse’ o ejercer ‘violencia’ contra las personas o las cosas como forma de descarga después de la agitación sin que ello resulte en la resolución de los problemas.

2.6.2. Sentimientos naturales y parásitos

La función de lo que sentimos es la toma de conciencia de las situaciones en las que nos encontramos y la motivación de la acción emocional efectiva que resuelva la situación, de modo que se satisfagan nuestras necesidades actuales.
Las emociones básicas que tienen ese valor funcional son la alegría, la tristeza, el miedo y el enfado. Son las emociones naturales que el niño experimenta en la interacción natural con el entorno en función de la satisfacción de sus necesidades.
En el proceso de adaptación condicionada al entorno y de respuesta a los mandatos adoptamos, junto con las decisiones de guion, unos sentimientos específicos que fueron reforzados en la infancia desplazando o descontando a los naturales. Estos sentimientos es lo que llamamos sentimientos parásitos. No obstante, los sentimientos naturales siempre subyacen a los parásitos, y parte del proceso terapéutico consiste en contactar con los sentimientos naturales y usarlos para motivar la acción efectiva que resuelva la situación. Los sentimientos parásitos tienden a ser repetitivos o recurrentes en muy variadas situaciones de la vida, en especial en las situaciones transaccionales que denominamos rackets y en los juegos psicológicos.

2.6.3. Los rackets

En cuanto a las relaciones transaccionales motivadas por las creencias de guion, adoptan la forma de relaciones simbióticas de extorsión de caricias, generalmente inconscientes, que se denominan rackets. Berne adoptó esta palabra del ‘slang’ de los ‘gansters’ para expresar de forma eidética su carácter de extorsión transaccional que tienen este tipo de relaciones. Una traducción connotativa española de este fenómeno transaccional que yo he adoptado es ‘malos rollos’ (rackets). Son pautas transaccionales repetitivas en las que intentamos enganchar a los otros para que nos suministren caricias desde posiciones de codependencia acopladas.
En este tipo de relaciones las personas están en contacto con su Máscara o su Héroe o Heroína; una de las dos personas adopta el rol de Víctima y la otra adopta el rol de Salvador (Karpman, 1968) en forma de ‘Generoso inefectivo’ o de ‘Controlador ineficaz’. Mientras el acoplamiento se mantiene se experimentan sentimientos parásitos de una seguridad inestable.

2.6.4. Los juegos psicológicos

Si esta extorsión de caricias fracasa, al cruzarse la transacción, la relación se precipita hacia un final que refuerza las posiciones de guion de cada uno de los participantes. El trozo de tiempo así estructurado es lo que Berne llamaba un juego psicológico.
Un juego psicológico es una serie de transacciones ulteriores que se realizan sin conciencia Adulta, en las que se implican las personas de forma repetitiva, que conducen a un final previsible dentro del guion de cada persona que participa. En el final del juego las personas experimentan sentimientos parásitos y terminan pensando ideas que refuerzan sus creencias de guion.
Los juegos incluyen pues un cambio en el proceso relacional que comprende un cambio en los estados del yo de las personas implicadas, un cambio de roles y un cambio en la posición simbiótica inicial. Los roles iniciales de Víctima y Salvador en la extorsión de caricias, cambian al final del juego a Perseguidor o Víctima perseguida.
Los juegos están motivados por la ilusión arqueopsíquica de satisfacer necesidades arcaicas insatisfechas en el momento de las decisiones del guion de vida. Berne decía que los juegos, así como el guion del que proceden y al que refuerzan, pertenecen a los fenómenos transferenciales. El control del comportamiento es arqueopsíquico, y son un intento ilusorio de reproducir las relaciones con alguien del pasado y conseguir las caricias o la estructura que no se consiguieron en su momento.
El análisis y antítesis del juego permite comprender esta dinámica transferencial, su papel en el guion de vida de la persona y las alternativas transaccionales más conectadas con la realidad actual. Solo así se pueden diseñar las intervenciones terapéuticas que faciliten la resolución del conflicto intrapsíquico; que ayuden a asumir el dolor inicial que motivó la decisión de guion; que posibiliten la integración neopsíquica de las vivencias y los recuerdos de forma que la persona aumente sus opciones de satisfacer sus necesidades actuales y se desarrolle como persona autónoma.

2.7. Referencias bibliográficas

Berne, E. Análisis Transaccional en psicoterapia. Editorial Psique, Buenos Aires, 1976.
Juegos en que participamos. Editorial Diana, México, 19ª impresión 1987.
¿Qué dice usted después de decir hola? Ediciones Grijalbo, Barcelona, 1974.
Goulding, R. y Goulding, M. “Injunctions, Decisions, and Redecisions”. Transactional Analysis Journal, 6:1, 1976.
Joines, V. “Diagnosis and treatment planning using a transactional analysis framework”. Transactional Analysis Journal, 18:3, 1988, 185-90.
Kahler, T. Transactional Analysis Revisited. Human Development Publications, Little Rock, 1978.
Karpman, Stephen. “Fairy Tales and Script Drama Analysis”. Transactional Analysis Bulletin, 7:26, 1968, pp. 39-43.
Moiso, C. Talleres de formación teórico-práctica en Análisis Transaccional, organizados por la ATA (Asociación Aragonesa de Análisis Transaccional) en Zaragoza. 1992-2001.
Schiff, J. et al. Catexis Reader. New York, Harper and Row, 1975.
Steiner, C. “Script and counterscript”. Transactional Analysis Bulletin, 5, 18, 1966, 133-35.

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